“¿Qué Tiene que ver mi Vida Sexual con lo que me ha Pasado?”
El caso de Nabila Rifo, quien perdió los ojos a manos de su conviviente, no demoró en volverse mediático y generar un debate en torno a la manera en que se realiza la cobertura de casos de violencia contra las mujeres en los medios de comunicación.
Oriana Miranda
A primera hora del miércoles 12 de abril de 2017, los miles de chilenos que sintonizaron el matinal Bienvenidos de Canal 13 fueron testigos de la lectura en vivo de la declaración del ginecólogo que atendió a Nabila Rifo en la urgencia de salud sexual y reproductiva del Hospital Regional de Coyhaique. Casi un año antes, Nabila había sido encontrada a tres cuadras de su casa, inconsciente, con múltiples fracturas y sin ojos. El único imputado por la agresión era su pareja Mauricio Ortega, quien después de un mediático juicio fue declarado culpable y condenado a 26 años de prisión por femicidio frustrado, lesiones graves gravísimas y violación violenta de morada.
El informe ginecológico, en el que se entregaban detalles privados pertinentes para el juicio pero que no estaban a disposición pública, fue posteriormente analizado por los conductores, panelistas e invitados del espacio televisivo.
En pocas horas, más de 500 denuncias contra el matinal se acumulaban en el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), organismo encargado de fomentar el desarrollo de programas de calidad, alto nivel cultural e interés nacional o regional. Durante todo 2016, el CNTV recibió 1.689 denuncias de ciudadanos que consideraron que un programa de televisión estaba emitiendo contenido inapropiado u ofensivo. Como consecuencia de la presión ciudadana, a la que se sumó el rechazo de la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Claudia Pascual, Canal 13 se vio obligado a pedir disculpas públicas y el director televisivo de Bienvenidos, Pablo Manríquez, fue despedido.
Este episodio fue el punto cúlmine de una serie de cuestionamientos al seguimiento y difusión del caso de Nabila Rifo, que generó un debate en torno a la manera en que se realiza la cobertura de casos de violencia contra las mujeres en los medios de comunicación masiva.
Daniela Rauld es periodista del canal regional Santa María TV y despertó el sábado 14 de mayo de 2016 con la noticia de la aparición del cuerpo mutilado de Nabila. Daniela sigue el caso desde el inicio: a su juicio, lo más difícil fue lograr el equilibrio entre informar objetivamente sobre todas las pistas y declaraciones del caso sin culpabilizar a la víctima.
“En la región no se conocía públicamente un caso de violencia tan grande, tan sórdido. Desde el primer minuto, nosotros tratamos de ser súper respetuosos con la víctima, porque no se sabía quién era y por las condiciones del entorno, al entender que había una mujer, que habían hijos, que era una persona de acá. Fue bastante difícil contar la noticia sin estigmatizar”, reconoce Daniela Rauld.
Respecto a los conflictos para abordar de la mejor manera este caso al interior de la sala de prensa, agrega: “En muchas ocasiones habíamos tenido instancias de conversación respecto de cómo enfrentar este tipo de temáticas, pero tratarlas de lleno es otra cosa, porque en cada segundo en que escribes una nota el trabajo de edición se confronta con este morbo ciudadano de querer saber más, el tener que resistirse a esto por respeto y por seguir la línea editorial de tu medio y ponerle un poco de valores personales al trabajo. Yo me ponía en el caso de que la víctima no hubiese sido mujer. Si Nabila hubiese sido hombre, ¿cómo hubiésemos enfrentado esa noticia? Ese conflicto probablemente estuvo más patente para mí porque cuando hablamos de equidad de género hablamos justamente de esta igualdad en el trato. Ese equilibrio fue el más difícil”.
Antonia Orellana sigue el caso de Nabila Rifo desde junio de 2016. Como periodista que cubre temas de género y judiciales en El Desconcierto, fue testigo de cómo a medida que comenzó a desarrollarse el juicio hubo un aumento considerable en las visitas del sitio web. Para ella, el explosivo interés de los medios por el caso durante la primera semana de las audiencias, mientras Nabila daba su testimonio y respondía a las preguntas que intentaban culpabilizarla con un contundente “¿qué tiene que ver mi vida sexual con lo que me ha pasado?”, generó una cobertura descontextualizada que contribuyó a la desinformación, además de sobreexponer a la víctima. “Hubo programas no informativos que tomaron el tema, como el caso de los matinales, y ahí se nota mucho la falta de un editor con conocimientos de qué es un proceso judicial. Eso lo vuelve ininteligible para la gente. Un matinal no es un programa informativo, quizás puede ser entretenido e informativo a la vez, pero son programas de espectáculos orientados al rating”, explica Orellana.
TRABAJO DE HORMIGA
Falta de contextualización, escasa empatía hacia la víctima y sobreexposición de la misma en imágenes fueron los principales problemas detectados por el estudio Tratamiento informativo del feminicidio en los medios de comunicación digitales chilenos en marzo de 2016, publicado en la revista Comunicación y Medios de la Universidad de Chile.
La investigación revela que los femicidios extremadamente violentos ocurridos a mujeres jóvenes de la Región Metropolitana son merecedores de apariciones más masivas y extensas en la prensa nacional. En cambio, los cometidos contra mujeres de mayor edad o estrato socioeconómico más bajo son invisibilizados.
“En el caso de Nabila lo que prima es el tema del morbo. Además, fue en un periodo donde ocurrieron muchos femicidios, eso creo que también llamó mucho la atención, porque fue el que vino a culminar con esta seguidilla de crímenes muy espantosos”, afirma Karen Vergara, periodista y co-autora del estudio.
Vergara cita estudios internacionales que caracterizan dos tipos de víctimas de violencia de género: la «virgen» y la «vampira». “En general en las noticias pasa: o era la madre abnegada de cuatro hijos o era una mujer que, entre comillas, se lo buscó. Lo vemos en el asesinato de Constanza Carreño, donde lo que destaca la prensa es que trabajaba como escort, no era una mujer cualquiera. Como ella se sale de la norma, pasa a ser una especie de víctima no tan víctima”, explica.
Pese a que el femicidio frustrado de Nabila no es el primer caso de violencia extrema hacia una mujer en Chile, para Lorena Astudillo, abogada y vocera de la Red chilena contra la violencia hacia las mujeres, las lecciones todavía no se aprenden. Los casos de la colombiana Juliana Aguirre, cuyos restos fueron encontrados en el río Mapocho, o la mujer agredida por su pareja con un fierro para hacer anticuchos vienen a su cabeza, junto con los cuestionables titulares que informaron de ambas noticias.
“En las universidades no se enseña a los periodistas, quienes el día de mañana van a informar y generar la opinión pública, cómo tratar el problema de la violencia contra las mujeres. ¿Qué es lo que debiéramos aprender hoy día? Que hay que profesionalizar este problema, que tenemos que generar conciencia y que la sociedad completa tiene que condenar a estas personas cuando no saben cómo hacerlo, cómo informarlo, cómo tratarlo”, asevera Lorena Astudillo.
Rocío Alorda, secretaria general del Colegio de Periodistas, coincide en apuntar a las falencias en la formación académica en temas de género para los periodistas, así como a la carencia de una mirada crítica de los medios de comunicación sobre su propio quehacer. “El caso de Nabila Rifo ejemplifica muy bien que la ausencia de formación en temas de género, de derechos humanos, de lenguaje, de revisión ética de fuentes, influye en las coberturas y eso genera problemas éticos, porque la exposición de Nabila en los medios de comunicación es un problema ético”, expresa Alorda.
Por iniciativa de un grupo de mujeres de la organización, entre ellas Alorda, en 2015 el Colegio de Periodistas constituyó una Comisión de Género encargada de monitorear el trabajo de los medios de comunicación y denunciar directamente ante directores y editores, además de generar un espacio de reflexión crítica para las y los periodistas.
Para Lorena Astudillo, hay un despertar de conciencia de la ciudadanía en general y de las instituciones, los organismos públicos, los medios de comunicación y los profesionales que trabajan directamente en temas de violencia de género, opinión que comparten desde el Colegio de Periodistas.
“Esto es un trabajo de hormiga. Queremos generar una cultura de reacción frente a esto: es decir, cuando uno reacciona desnaturaliza una práctica y eso nos interesa porque entendemos que lo que ocurre en los medios de comunicación no es un tema de preocupación exclusiva de los periodistas, porque el derecho a la comunicación es un derecho de todas las personas”, concluye Rocío Alorda.